La energía del excluido sana y ordena la familia

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Ninguno de los que pertenece puede ser excluido. Si alguien es excluido, la conciencia obliga a un miembro posterior a representar a ese excluido”.

Bert Hellinger

Gracias a la unión de nuestros padres estamos en la vida. Todos pertenecemos a una familia. Una familia con alma, con memoria, con historias desconocidas que resuenan muchas veces en el devenir de alguno o de algunos de sus miembros.

En el grupo familiar se disfrutan momentos de plenitud e igualmente, en mayor o menor grado, se viven desencuentros, rencillas, enfermedades, hechos fatales, situaciones a veces inexplicables, que impiden el logro de la prosperidad, el bienestar y el amor en la familia. Esas dinámicas de fatalidad, de dolor, de angustias tienen que ver con los excluidos y el deseo del alma familiar, que trasciende generaciones, de llenar espacios vacíos, para que la familia este completa.

El tema de excluir, del excluido, o los excluidos, es recurrente en consultas de psicólogos, siquiatras y terapeutas. Al sistema familiar pertenecen todos sin distinción:  los buenos y los malos, los sanos, los enfermos, los pacíficos, los violentos, las víctimas, los perpetradores, los pobres, los ricos, etc. Por lo tanto, el excluido es un miembro del grupo a quien se le niega, por diferentes motivos, el derecho a pertenecer, razón por la cual es rechazado, olvidado.

La exclusión ocurre por distintas circunstancias, que van desde no seguir las costumbres y creencias familiares, pasando por conductas inapropiadas, enfermedades mentales, duelos no resueltos, hasta el rechazo por hechos tan penosos como asesinatos, drogadicción, violencia familiar etc. Cada una de estas realidades tienen tras de sí historias nunca contadas y secretos jamás revelados.

Los excluidos representan la “oveja negra”, o “el chivo expiatorio”, del grupo familiar. Son un desorden familiar.

¿Cómo se hacen recordar?

La energía de los apartados, aunque invisible, se hace sentir, para ser mirada y reconocida por el sistema familiar, cuando uno de sus miembros se identifica con el excluido e inconscientemente repite el destino de esa persona, bien sea adoptando sus comportamientos, padeciendo enfermedades, expiando sufrimientos, repitiendo su historia y sufriendo las consecuencias

Ocurre así porque el Alma Familiar busca la forma de reparar, de ordenar, de colocar a cada quien en su lugar, de mirar y reconocer desde el amor las circunstancias pasadas, que de haber sido aceptadas en su momento hubiesen enriquecido a la familia. Sólo reconocer y dar lugar al excluido traerá orden al grupo familiar.

 Aceptar, abrir espacios

Conociendo la energía del Alma Familiar y siguiendo el primer principio de las Órdenes del Amor, del maestro Bert Hellinger, abramos espacio para todos los miembros de la familia para que ninguno quede excluido y así reducir la probabilidad de la repetición de destinos e historias dolorosas.

Es importante reconocerlos y darles un lugar. De ellos venimos. Miremos con amor sus vidas y sus destinos, ampliemos la mirada dejando de hacer juicios a lo que hicieron. Como corolario agradecer sus vivencias porque tomaremos lo mejor de ellas para emprender con fuerza caminos de aprendizaje y crecimiento.

NGS

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