
Lic. Patricia Gómez S.
Tiempo de lectura 5 minutos
Cuando Ana entró a consulta lo hizo con paso tranquilo, pero cargado. Aún no había pronunciado palabras y su cuerpo sabio ya enviaba señales de auxilio. Sus pies parecían arrastrarse, su mirada era esquiva —aunque saludaba con una voz dulce, clara, incluso sonriente—. Y en esa voz bajita pude percibir algo más profundo: angustia.
—Es mi cuello, comenzó Ana. Lo siento rígido. Parecía llevar años empujando algo hacia abajo, como si cargara más de lo que le tocaba. Un pequeño dolor constante, casi insignificante, que se había instalado sin pedir permiso. —Está ahí desde hace años, dijo. Ya me acostumbré…
Detrás del síntoma, una historia oculta
Ana, la menor de cuatro hermanos, “cargó” desde muy temprana edad con el peso de proteger a sus hermanos de la violencia del padre. Más adelante, ocupó simbólicamente su lugar. A muy corta edad, se convirtió en sostén económico y emocional de su familia, mientras guardaba —en lo más profundo de sí— un enfado silencioso hacia él.
Según el Dr. Hammer, el síntoma tiene origen en un evento traumático vivido de forma inesperada, dramática y en aislamiento. Desde allí, se manifiesta como un intento del cuerpo por liberar la emoción atrapada. Porque el cuerpo —receptor y emisario del inconsciente— expresa, a través de síntomas y sensaciones, esos asuntos no resueltos que vienen de nuestra historia o de los vínculos familiares que nos preceden.
—¿Qué cargas estás sosteniendo que no te pertenecen?, pregunté con suavidad. Ana cerró los ojos. El silencio se volvió espeso. —Tal vez el miedo de no estar a la altura, murmuró.
El cuello seguía ahí, recordando que sostener no siempre es sinónimo de fortaleza. Lo no mirado, lo heredado, lo callado… termina manifestándose en el cuerpo.
El cuello como símbolo emocional.
El Dr. Wilhelm Reich asocia el cuello al control y la contención emocional. Y Ana, sin duda, había contenido mucho.
Pero… ¿Cómo liberar esa historia?
La mirada sistémica como camino de sanación
Desde las Constelaciones Familiares, trabajamos estas cargas heredadas desde el amor y la honra. Muchas veces el niño —especialmente hasta los dos años— vive en fusión emocional con su madre. Por amor ciego toma lo no resuelto del clan para sí, cargando con lo que no le corresponde.
Como le ocurrió a Ana.
Pasos hacia la liberación emocional
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- Tomar conciencia: diferenciar lo propio de lo heredado.
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- Honrar la historia: tal como fue, sin buscar cambiarla.
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- Ubicar a cada miembro en su lugar: y ocupar el tuyo como hijo/hija.
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- Reconocer la fuerza de la vida: aceptar el encuentro entre tus padres como el origen sagrado de tu existencia.
Yo vengo de una historia. De mi madre y mi padre verdaderos. Como ocurrió ese encuentro… está bien para mí.
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- Confesar lo que aún duele: y decirle a eso que cargaste: “Fue mucho para mí. Lo hice por amor. Hoy lo suelto.”
- Abrazar tu presente: con la conciencia de que la vida continúa, y tú puedes elegir cómo vivirla.
En consulta y en constelaciones familiares, cuando el dolor habla, algo profundo se mueve. Ya no se trata de “quitar el síntoma”, sino de escuchar lo que está intentando mostrar. La mirada sistémica nos invita a ver el cuerpo como un puente entre lo personal y lo ancestral, donde cada tensión puede ser una lealtad, cada rigidez una emoción no dicha, cada malestar una historia que quiere ser contada.
El dolor no siempre busca atención. A veces simplemente busca lugar. Y cuando lo acompañamos con respeto, sin querer resolverlo de inmediato, se transforma en guía.
¿Qué dolor está intentando decirte algo hoy? Tal vez no busca ser silenciado, sino escuchado.
Tómate un instante. Respira. Permítete pausar, mirar, sentir. El cuerpo guarda memorias… …y quizás hoy te toca acompañarlas.
2 respuestas
Me ha encantado
Que interesante articulo! Me quedo con ganas de aprender mas. Gracias